Nuestro mundo real es frío, interesado, cruel, lleno de zancadilla, nos cuesta aceptar que un amigo y conocido sea reconocido por sus meritos, somos egoístas.
Cuando somos niños, cualquier cosa nos vale, somos súper héroes en busca de alguien que te necesite, algún villano que capturar, somos princesas, príncipes, en un mundo de dragones, hadas, y amigos no nos olvidamos de nuestro amigo imaginario, pero esta enfermedad que se llama niñez se cura con el paso del tiempo y desgraciadamente cada vez dura menos.
Se cura porque todo esto se muere lo matamos nosotros mismos e intentamos hacer cosas de personas adultas, de imitarlas, nos obligan a ser personas responsables, jóvenes a los que se nos obliga a competir, olvidándonos de compartir, nos enseñan a empezar la carrera de la vida, sin poder disfrutar de nuestra niñez, con el afán de ser más que tus amigos, y a tener más que nadie y creemos que el mundo es nuestro y que nada y nadie nos importa, solo nosotros mismos.
Creemos en el amor puro, pero como estamos creciendo y evolucionando, nuestro concepto de amor también cambia nuestro mundo de ilusiones, lo hemos cambiado por un mundo práctico y competitivo y toda persona ajena a él, no la dejamos entrar a nuestra vida, nos creamos un escudo, ya crecimos....
Ya no pintamos corazones en cada rincón que encontremos y vemos todo de colores pasteles a nuestro alrededor, ya hemos pasado esa enfermedad llamada juventud, ya no queremos oír hablar de hadas, duendes, dragones, amigos imaginarios y la amistad noble, el amor limpio, de compartir y las cosas de color rosa, no existieron nunca, todo fue producto de nuestra imaginación....
Nos hemos creado nuestro mundo perfecto, lleno de espinas y cardos, y de vez en cuando encontramos rosas en nuestro andar, pero que tiempos los de atrás, éramos tan felices y entonces nos damos cuenta que el mundo que teníamos entonces, no era tan malo e incluso, si nos dieran un día volveríamos para poder volver a ser hadas y duendes en un mundo donde el amigo imaginario tomaba el poder, donde la imaginación tenía un poder que en nuestro mundo no le dejamos espacio.
Volvemos a ser otra vez niños, por eso cuando ya somos ancianos dicen que volvemos a nuestra niñez, solo con un último esfuerzo de poder disfrutar lo que en su tiempo, las personas “Mayores” no nos dejaron.
Pilar Remartinez
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