En este tema como en tantos otros que hacen al desarrollo y a la salud infantil y a nuestra vida en general, se verifica la importancia de las denominadas ¨profecías auto-cumplidoras¨, donde sin darnos cuenta y a partir de miedos que tienen más que ver con nosotros mismos y con nuestra propia historia familiar y personal, provocamos la ocurrencia de lo temido o de algo mucho peor a través de un esfuerzo desmedido e inapropiado de conjurar un peligro inexistente pero sentido como real; como es el caso de quien cree que su hijo esta condenado a alteraciones graves o a una fragilidad anímica especial a causa de su separación y trata de compensar esta predisposición que atribuye a su hijo a través de un exceso de control y cuidado que no deja espacio para su normal crecimiento e individuación, con lo cual propicia precisamente la ocurrencia de aquello que trataba de conjurar o algo mucho peor.
Lo que sí se contrae con el niño es una deuda de sentido y de significación. Tarde o temprano, cuando esté en condiciones de entenderlo, lo cual es generalmente mucho antes de lo que tendemos a creer, habrá que explicarle hasta donde uno lo tenga claro el motivo de la ruptura de la pareja de sus padres. No para excusarnos frente a él, ni lo que es peor, para dividir culpas entre los padres de modo que uno quede preservado de reclamos desplazando hacia el otro el peso de la responsabilidad cuando no es el caso, sino para liberarlo del pensamiento de que él es responsable, cuando a lo sumo su nacimiento y existencia fue un detonante de la imposibilidad de una estructura relacional de mantenerse unida por causas previas o de ajustarse sin romperse a la continuidad de la vida en común a la luz de una nueva realidad que planteó mayores responsabilidades, compromisos o exigencias, así como la reformulación y la preservación de ciertos roles ante los que fracasaron lamentablemente sus padres.
Es propio de lo humano no poder prescindir de una interpretación, de una explicación acerca de lo que nos importa o aqueja, y para el niño cuando es lo suficientemente grande para poder discernir que ha nacido dentro de una realidad especial, esa diferencia, esa particularidad impone una respuesta que de no mediar una palabra en que se pueda confiar, dejará el terreno libre a la acuñación de una fantasía propiciada por su desconocimiento y por la omnipotencia propia del pensamiento infantil. No creo necesario fundamentar más la importancia de descargar al niño de este peso, ya que es fundamental para su autoestima, su imagen de sí y su futura vida relacional. Muchos otros temas importantes quedarán aquí necesariamente pendientes, en especial los vinculados a la función paterna, al proceso de individuación del niño, a la reformulación de proyectos afectivos por parte de sus padres y al necesario desprendimiento de ese vínculo especial que generalmente se crea entre el niño y aquel de los padres que comparte su vida cotidiana.
Lic. Leonor Edith Raimondetto
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