Se toma un café conmigo,
mientras nacen nuevos sueños.
Le preparo un mate amargo
y en mis brazos regocija.
Comparte noches de lunas blancas,
vestidas con el murmullo del cielo.
Él comprende cuando callo
y cuando hablo me escucha.
Él me observa, se sienta en mi alma
y deja a mi pluma libre.
Me da paz en guerras frías,
se transforma en viento, en aire.
Viaja a mi lado, sin amarras
Se ríe de mí y conmigo.
Ama mi risa y sonríe.
Me acompaña a llorar
y seca mis lágrimas
con el bullicio de sus palabras.
A veces, solo a veces
con tanta frecuencia,
como segundos hilvana,
se detiene frente a mí.
Me mira a los ojos
y pinta en ellos
el amor que se escribe
en mis labios.
Me recuerda en voz bajita
que aun llevo una maleta,
que no estoy sola ,
aunque a veces sienta,
caricias de soledad en mi rostro.
Es tan sabio, su camino,
es tan claro en noches negras,
es luz verde en este invierno,
se ha convertido en mi aliado.
Es el ángel de alas grandes,
el canto del benteveo,
la música del mar
cuando acaricia la orilla.
Es mi voz
y yo una nota
en el pentagrama nuestro,
que empezamos a escribir.
Somos huellas que titilan.
Somos juntos amor…
El, es silencio
yo, sigo siendo yo, a pesar del tiempo.
Lo que somos juntos,
lo sabemos vos y yo.
Semillas en tierra fértil,
en campos de girasol.
Loreley J. Acosta Silveira.
Desde lejos pero cerca.
Feliz vida
Publicar un comentario