Mirando el cielo, fijando mi mirada en él, conseguí ver el castillo de nubes que una vez construimos dibujándonos la piel, y hasta puedo jurar que escuché la voz de Dios dándome la bendición para nuestro amor, los ángeles tenían una especie de fiesta cuando una sonrisa inevitablemente apareció en mi rostro, mis labios ya estaban partidos y creí que me había olvidado de como hacerlo, por esos minutos me volví a sentir feliz, como lo fui, cuando estuve contigo.
Mirando el cielo logré entender que aún a pesar de la profunda tristeza que me embriaga por tu ausencia, puedo presumir que he sido sumamente feliz, y ese milagro es digno de presumirse aún cuando por este momento no pueda prolongar el crecimiento de ese sentimiento a tu lado, pero soy feliz porque te amo, porque tuve la oportunidad de conocerte, porque fuiste mío y me entregué en cuerpo, alma y mente al ser más hermoso que existe en estos tiempos sobre la tierra.
Mirando el cielo comprendí que para que pueda volver a tu lado, debo aprender a saborear la sal de estas lágrimas que brotan de mis ojos producto de nuestra separación, porque sólo así, cuando estemos juntos nuevamente, porque tengo una extraña certeza de que así será muy pronto, podré entonces disfrutar nuestra unión sin ningún pudor, sin miedo, sin frenos, y entregarte sin orgullos todo de mi, después de todo ya sé como duele no estar contigo, no tengo más que perder.
Mirando el cielo sentí que levitaba, como me elevaron tus besos cuando me tomabas de la cintura y mordías suavemente mi labio inferior, volví a sentir la fiesta de mariposas plateadas en mi vientre como cuando me hiciste el amor por primera vez, y esa alegría desbordada cuando compartimos en aquel bar un platón de calamares, o cuando en la cocina hacíamos un festín juntos, como si el resto del mundo desapareciera, de hoy en adelante, miraré el cielo, más a menudo...
BR
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