en que el sueño me venza
sin que agradezca lo vivido
en las horas que se marchan,
las palabras que me has dicho,
el mirar de tus pupilas,
los mil besos de tu boca,
tus te quiero y tus suspiros
que en mi invierno derriten
hasta la nieve y la escarcha.
Tus manos que dormidas
se atan a mis lunas de nácar,
la tibieza de tu piel
sobre mis dunas blancas,
el vaho de tu aliento
entre mis cabellos revueltos,
los latidos de tu pecho
que golpean a mi espalda.
Por eso, si mi vida se apagara
cualquier día inesperado
cuando al alba se apagan
una a una las estrellas,
amor, por mí no sientas pena,
porque yo iré feliz tras ellas
sin arrepentirme de nada
porque tanto he recibido,
porque tanto yo te he dado
que aunque a tu lado quiero
que la primavera sea eterna,
en tus brazos ya he sabido
lo que es vivir en el cielo.
María Elena Astorquiza V.
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