sin golpear a mi puerta,
te hiciste pan, agua, aire,
todo lo que mi ser pedía
sin que me diera cuenta.
Y yo te dejé que entraras
sin temor a que me vieras
despeinada de mañana,
nada hubo que escondiera
a la mirada de tu alma.
Tú entraste en mi vida
sin golpear antes a mi puerta
pero aún cuando no lo hicieras,
para ti estuvo siempre abierta.
María Elena Astorquiza V.
Publicar un comentario