Siempre creemos en algo.
A veces creemos poco en lo que nos ayuda a ser mejores y creemos más en lo que duele, la mentira, el desamor, el destrato.
Eso es fe, pero no es la fe que nos hace mejores, es la fe estancada en el miedo, en la desesperanza, en el pasado, en lo que lástima.
Mientras tanto la confianza y la esperanza esperan sentadas en un banquito para que uno reaccione, para que se ponga en movimiento y bloquee lo que resta, la soberbia, lo oscuro y lo violento.
Y ahí paciente la linda fe nos espera, nos mira de reojo para ver si la vemos, intenta hacer alguna mueca para sacarnos del foco de lo malo, nos envía gente linda para que nos abrace y nos dé nueva vida, pero tan sonsos somos que muchas veces enfrascados en el capricho del pasado no podemos verla. Nos enroscamos como serpientes en lugares donde el cielo no se ve, la luz se apaga, la desilusión se instala y el mal se hace carne en respuestas, acciones, silencios y tristezas.
Pero la linda fe , la verdadera , siempre está para los corazones anchos, da empujoncitos en la espalda y se mete en los sueños para hacernos reaccionar, nos muestra el cielo de azul intenso y las aves desplegando las alas en vuelo calmo y en paz. Nos tienta a cerrar historias, con respeto y altura, a elegir nuevos trabajos, nuevos caminos, nuevas amistades , a acercarnos más a quiénes siempre estuvieron, a abrazar hijos, padres y amigos descubriendo el sol y la luz que nos hacen más grandes y dignos.
Vamos al encuentro de la linda fe, y comencemos el año lejos de la otra que confunde y alborota.
Alguien dijo por ahí “Seamos libres de ser felices que lo demás se acomoda solo”, hoy creo en eso.
Siempre creemos en algo.
Mechi Mastandrea
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Que el buen amor se expanda
Publicado con permiso de su autora
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