veneno sobre los surcos baldíos?
El sacrificio hiende el páramo
un ritual donde la umbría acoraza las pupilas.
Un espasmo de dolor hace ondear la bandera,
no es un lienzo, es una voz que clama junto a los ecos
de otras voces de otro tiempo, plenas de sudor y muerte.
Lo dócil se devalúa cuando el esclavo despierta,
adalid de su martirio.
Su alma afila dentelladas y desatiende impotencias
en el bastión de su destino.
Se ahoga aplacando locuras en la frontera de su llanto,
para desertar servidumbres.
Casi amputó sus dedos en la fuerza del puño cerrado
aquella mano llena de ternura.
Aplazar el grito en la garganta, enmudecer un instante el sollozo,
esconder el silencio.
El niño duerme sobre la sombra del guerrero que sacrifica
su honor para salvarlo.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Texto publicado con autorización de su autora
Prohibida su reproducción parcial o total sin la autorización de Olga Maria Sain
El sacrificio hiende el páramo
un ritual donde la umbría acoraza las pupilas.
Un espasmo de dolor hace ondear la bandera,
no es un lienzo, es una voz que clama junto a los ecos
de otras voces de otro tiempo, plenas de sudor y muerte.
Lo dócil se devalúa cuando el esclavo despierta,
adalid de su martirio.
Su alma afila dentelladas y desatiende impotencias
en el bastión de su destino.
Se ahoga aplacando locuras en la frontera de su llanto,
para desertar servidumbres.
Casi amputó sus dedos en la fuerza del puño cerrado
aquella mano llena de ternura.
Aplazar el grito en la garganta, enmudecer un instante el sollozo,
esconder el silencio.
El niño duerme sobre la sombra del guerrero que sacrifica
su honor para salvarlo.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Texto publicado con autorización de su autora
Prohibida su reproducción parcial o total sin la autorización de Olga Maria Sain
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