Muerte...

Muerte vieja amiga, ¿nos conocemos?

Eres solo una idea, una certeza de la razón,
una desconocida de la vida.
Si, porque nunca nos hemos cruzado,
tal vez vamos juntas por dos lugares diferentes.
Un nombre sin rostro hasta que pones tu beso en la gente que amo.
Entonces te haces más desconocida aún,
como soñar que se han dormido,
que la ausencia es fugaz y la fugacidad un siempre
al que no puedo acostumbrarme.
¿Rozaste a veces mi piel con tu aliento?
Una leve brisa desde invisibles rendijas,
cierta congoja en el pecho, que no se cómo llamarla,
un desmayo, minutos de nada
que luego fui cubriendo con paradojas sin palabras.
Muerte vieja amiga, presencia de leyendas en la noche,
en mis ojos de niña que te pintaban en el techo
como silueta vacía embozada en un extraño deseo
donde el temor se iba apaciguando.
Amiga invisible con el dedo en los labios invitando al silencio.
Un ícono,
un tótem,
un vacío altar
hoy me mirarás cuando duerma.

Olga Maria Sain
©Derechos Reservados

Texto publicado con autorización de su autora
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