Cierta dosis de dificultad en la vida es inevitable, aunque la mayoría de las veces somos nosotros, con nuestras actitudes y comportamientos, la causa principal de nuestro sufrimiento.
Generalmente pensamos que preocuparnos por todo es una muestra de lo responsables que somos, pero, en realidad, esta es una actitud que nos impide ser felices.
Perder a una persona querida, terminar con una relación sentimental, pasar por el proceso de alguna enfermedad seria son experiencias difíciles y dolorosas que requieren que atravesemos por un proceso de aceptación y duelo para ganar la fortaleza que nos permita incorporarlas a nuestro proceso de crecimiento.
Pero hay otro tipo de experiencias difíciles que sí podemos manejar, superar o relativizar y que cuando las comparamos con la gravedad de las vivencias que tienen otros, inmediatamente reconocemos que estamos sufriendo innecesariamente por algo que podríamos fácilmente afrontar y resolver.
El sufrimiento es inherente a la condición humana, y la vida puede parecernos algunas veces injusta por no entender cuál es la causa de lo que estamos pasando. Pero hay personas que, en lugar de quedarse atrapadas en la dificultad o en el dolor, logran convertir su experiencia en una fuente de motivación y enriquecimiento personal y se fortalecen porque procuran extraer algún aprendizaje positivo de lo vivido.
Otras veces vemos cómo en algunas relaciones se crea una especie de competencia por quién sufre más o a quién le va peor. Hemos llegado al punto en que pareciera que mientras más nos quejamos y hablamos de todos los asuntos pendientes, compromisos y obligaciones que tenemos, más importantes lucimos ante los demás.
Hablar de nuestros problemas con todos puede ser un medio para comunicarnos, mantener el contacto y recibir el afecto de otros. Pero si la persona es negativa, temerosa o pesimista, en lugar de ayudarnos, hará que nos paralicemos y nos preocupemos más con sus comentarios y actitudes. Conversar sobre nuestros problemas puede ser positivo siempre y cuando la persona que nos escuche tenga el conocimiento, la experiencia o las herramientas necesarias para apoyarnos a resolverlos.
Tenemos que romper el círculo vicioso en el que nos encontramos atrapados, porque cuando algo nos preocupa, nos quejamos, y la queja se transforma en preocupación y esta en sufrimiento. Permanecer en la queja puede ser la excusa para no tener que afrontar lo que nos inquieta. Quejarnos aumenta nuestro sufrimiento. Recordemos que esto que nos está sucediendo también pasará. Aprender a valorar las cosas buenas que nos pasan y evitar conectarnos con los pensamientos negativos que llegan a nuestra mente, son dos tareas que hay que desarrollar para que logremos una vida plena.
Maytte Sepulveda
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