Pero, ¿eres proclive a que algo así te ocurra?
Es que recibir buenas nuevas es, también, una cuestión de actitud.
Porque si no estás abierto a que sean una realidad, de algún modo estás poniendo una pared o un freno entre tú y ellas. Además, pueden pasar de largo sin que repares en esas buenas nuevas.
No se trata, solamente, de alejarse lo más posible de los pensamientos pesimistas y de enfocarse en el optimismo (que también ayuda).
Tampoco la propuesta es ir caminando por la vida sin enfrentar los obstáculos que se nos presentan, cerrando los ojos cuando aparecen, en búsqueda de lo lindo y grato únicamente.
Lo importante es creer que vendrán, más allá del tenor de tus experiencias recientes o más lejanas.
En cierto punto, es natural que pienses, ¿qué tengo que ver yo con lo que ocurre a mi alrededor o con los hechos sobre los cuales no tengo injerencia?
Hay buenas nuevas para ti, como para todo el resto.
Si te cierras a la idea y ves el panorama oscuro, bloquearás la energía necesaria para que se presenten en tu vida.
Por el contrario, si te relajas y te das cuenta que lo malo y lo bueno son dos caras de la misma moneda que, afortunadamente, no siempre cae de la misma manera, estarás allanando el camino para que sucedan.
Los demás
Piensa de qué manera reaccionas cuando te comentan algún hecho afortunado que les ha sucedido.
¿Te alegras por los logros de quienes te rodean?
¿Eres de quienes los alaban y aprueban cuando te cuentan lo bueno que les ha sucedido, llenándolos de palabras bonitas y de gestos cariñosos? ¿O tiendes a ver el granito de arena imperfecto en el medio de la playa y lo remarcas, aguándoles su felicidad?
Porque la manera en que reacciones ante los éxitos ajenos tiene relación directa con que ellos deseen compartirlos contigo.
¡Ojalá pronto recibas buenas nuevas! ¡Compártelas conmigo!
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