entre las amapolas robando una fugacidad que no me pertenecía.
El calor en mis venas explotaba de frío.
Y la coraza buscaba mi cuerpo, mi rostro, mi voz.
La ternura de antaño quedó en la tierra yerma donde caigo como pesado fardo, como densa bruma.
Yo también me fui.
En otro andén, el del sacrificio, con imaginarias vías donde esperé un tren sin pasajeros, veloz en la tarea de llegar a ningún destino.
Y regresé casi sin alma: cuerpo desnudo vencido por la entrega, solo el amor como tatuaje.
Se afana el latido en buscar un hogar dentro de mí,
donde se ha cristalizado un hueco, una sombra como
huella en la nieve que se va derritiendo...
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Texto publicado con autorización de su autora
Prohibida su reproducción parcial o total sin la autorización de Olga Maria Sain
El calor en mis venas explotaba de frío.
Y la coraza buscaba mi cuerpo, mi rostro, mi voz.
La ternura de antaño quedó en la tierra yerma donde caigo como pesado fardo, como densa bruma.
Yo también me fui.
En otro andén, el del sacrificio, con imaginarias vías donde esperé un tren sin pasajeros, veloz en la tarea de llegar a ningún destino.
Y regresé casi sin alma: cuerpo desnudo vencido por la entrega, solo el amor como tatuaje.
Se afana el latido en buscar un hogar dentro de mí,
donde se ha cristalizado un hueco, una sombra como
huella en la nieve que se va derritiendo...
Olga Maria Sain
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