donde apoyo mi cabeza para no ser...
El yugo del recuerdo se torna evasivo
para recostarse en mis manos cuando tiemblan,
cuando se acostumbran a dejar las caricias en el vacío.
Más allá, el cielo despejado no me acompaña,
hay muros invisibles que me secuestran hacia la nada
y esa nada intenta en vano encender el júbilo de un baile
con un suspiro, música callada que me estremece.
¿Quién cubre mis espaldas y acomoda un abrazo sobre mis hombros?
Siento el aroma a lavanda y el aliento de un te quiero
en el dintel de una sonrisa.
Sé quién eres o simplemente te imagino.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Texto publicado con autorización de su autora
Prohibida su reproducción parcial o total sin la autorización de Olga Maria Sain
El yugo del recuerdo se torna evasivo
para recostarse en mis manos cuando tiemblan,
cuando se acostumbran a dejar las caricias en el vacío.
Más allá, el cielo despejado no me acompaña,
hay muros invisibles que me secuestran hacia la nada
y esa nada intenta en vano encender el júbilo de un baile
con un suspiro, música callada que me estremece.
¿Quién cubre mis espaldas y acomoda un abrazo sobre mis hombros?
Siento el aroma a lavanda y el aliento de un te quiero
en el dintel de una sonrisa.
Sé quién eres o simplemente te imagino.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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