esa rutina de desencuentros mirando lejanías donde perderme,
de cada día, de tí, de la necesidad
de ir subiendo peldaños hacia ninguna parte.
Perderme para saberme, aunque esta certeza
esté en el cofre del ilusionista, donde nada es lo que es
y el truco se descompone en desgastados flashes.
Perderme mientras me acurruco en el rincón que siempre me acuna,
callada música, tintineo suave sobre el terciopelo
que cubre el viejo teclado.
La mañana me invita a su luz pero yo he de perderme
en los oscuros sótanos de un sueño de ojos abiertos,
en el envés de mi búsqueda, un retroceso que aguarda
en el camino que nunca pisé.
La luz va moldeando mi sombra oblicua que camina sola...
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Texto publicado con autorización de su autora
Prohibida su reproducción parcial o total sin la autorización de Olga Maria Sain
de cada día, de tí, de la necesidad
de ir subiendo peldaños hacia ninguna parte.
Perderme para saberme, aunque esta certeza
esté en el cofre del ilusionista, donde nada es lo que es
y el truco se descompone en desgastados flashes.
Perderme mientras me acurruco en el rincón que siempre me acuna,
callada música, tintineo suave sobre el terciopelo
que cubre el viejo teclado.
La mañana me invita a su luz pero yo he de perderme
en los oscuros sótanos de un sueño de ojos abiertos,
en el envés de mi búsqueda, un retroceso que aguarda
en el camino que nunca pisé.
La luz va moldeando mi sombra oblicua que camina sola...
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Texto publicado con autorización de su autora
Prohibida su reproducción parcial o total sin la autorización de Olga Maria Sain
Publicar un comentario