Las preguntas de los niños me hicieron retrotraer a cómo empezó a gestarse este blog. En realidad, no fue hace casi tres años…
Desde chica me gustó escribir. Mi sueño en la escuela primaria era que la gente lea lo que escribo. Incluso tenía cuadernos con historias y poemas… los que, al crecer, quedaron arrumbados en el cajón de los recuerdos por distintas razones, hasta que de grande, decidí volver a conectarme con lo que había deseado hacer desde pequeña. Esta decisión se transformó en una bendición.
Muchos de nosotros olvidamos los sueños de nuestra niñez, porque pensamos que nunca se van a concretar o porque tenemos que estudiar o trabajar y suponemos que no vamos a tener tiempo para dedicarle. Pero ellos son los deseos que conllevan nuestra esencia, nos muestran para qué tenemos talento y qué emana de nosotros naturalmente, sin necesidad de forzar nada. Nos señalan un camino de bienestar personal, ya que en esa etapa de la vida nuestros instintos están a flor de piel y nos conectamos con ellos fácilmente.
Por consiguiente, podemos transformar este olvido en una postergación. Todos queríamos algo cuando éramos chiquitos, que aún no hemos concretado. Tal vez no vayas a ser un gran actor, a cantar en un teatro o a obtener reconocimiento alguno por aquello que tanto te gustaba y aún está latente en ti, tal vez sí: de todos modos, bien vale la pena intentarlo. No puedo prometerte que vayas a vivir de tu sueño, pero sí que podrás disfrutar de él, por lo menos como un hobby o como una sana conexión con el niño o la niña que fuiste. Si lo dejas fluir, lo podrás lograr. De esto estoy bien segura.
Me despedí de los niños que me entrevistaron con una frase que siempre tengo presente: “No abandones un sueño por el tiempo que llevará, ¡el tiempo pasará igual!”
¿Cuál fue tu sueño de la niñez?
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