Ya sea que el problema resulte de la acción de un agente externo, de una circunstancia casual, de un error de cálculo o de una equivocación o travesura, los padres deben alentar al niño a abordar cada problema como una oportunidad de aprendizaje de vida. El objetivo no es criar un hijo que nunca hace nada mal, o a quien nunca le sale nada mal, o intervenir siempre para solucionarle los problemas al niño. La meta es criar un hijo capaz, con la disposición y la habilidad de superar obstáculos.
Es muy raro que un niño no resuelva un problema sin aprender algo que antes no sabía o no podía hacer. Todos los problemas son maestros disfrazados. Y lo mejor de resolver un problema es que el proceso incluye su propia recompensa: la sensación de realización y orgullo por haber resuelto satisfactoriamente la situación.
Con cada problema resuelto se conquista una cuota de capacidad que fortalece aún más la autoestima. Los padres pueden transmitir a sus hijos una visión más amplia de esta cuestión: “Cada vez que abordes un desafío en la vida, sin darte por vencido ni salir corriendo, mejorarás tu manejo de las situaciones y tu concepto de ti mismo”.
Carl Pickhardt
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